Race subió al escenario, dijo 299, y se bajó de allí entre aplausos y vítores. Apenas un par de segundos de presentación habían bastado para que PlayStation se llevase todos los focos de aquél primer E3. Una jugada que, a medio camino entre el trolleo y un marketing magistral, consiguió que la primera consola de la marca entrase en Estados Unidos con el mejor pie posible.